
“Históricamente, el puerperio se vivió en comunidad, con la madre rodeada de personas que la cuidaban. Con el tiempo y la fragmentación de los vínculos familiares, muchas mujeres comenzaron a atravesar esta etapa en soledad“, explica Milagros Méndez Ribas, médica psiquiatra (UBA) con orientación perinatal, fundadora y directora de BEZA, Centro Integral para el Embarazo y la Crianza.
Las primeras semanas después del parto son un período de ajuste intenso. La madre está recuperándose físicamente, aprendiendo a cuidar a su bebé y navegando una montaña rusa hormonal. Paradójicamente, es cuando menos apoyo suele recibir.
Antes del nacimiento abundan las celebraciones: baby showers, revelaciones de género y belly blessings llenan de regalos y buenos deseos a la futura mamá. Pero después, cuando el agotamiento se instala, las visitas empiezan a espaciarse.
“En EE.UU. están popularizándose las ‘fiestas de la limpieza’, donde amigos y familiares se organizan para limpiar la casa de la madre reciente, cocinarle y asistirla en los primeros días”, comenta Méndez Ribas. Esta práctica está redefiniendo lo que significa realmente “ayudar” a una madre reciente.
“En Corea del Sur existe el Sanhujori, un período de cuidado posparto donde la madre recibe descanso absoluto y alimentación especial“, señala Méndez Ribas. Este ritual cultural, que puede durar hasta 100 días, prioriza la recuperación maternal como base fundamental para el bienestar del bebé.
Los Sanhujoriwon, centros especializados en puerperio, ofrecen servicios profesionales para que la madre descanse mientras recibe alimentación adecuada y orientación en el cuidado del recién nacido. Es una versión moderna e institucionalizada de lo que antes hacían las abuelas, tías y vecinas.
El apoyo posparto va mucho más allá de sostener al bebé. “Puede incluir cocinar, limpiar, cuidar al bebé para que la madre descanse, acompañarla en citas médicas, colaborar con el cuidado de otros hijos, o simplemente estar presente”, explica Méndez Ribas.
Este tipo de ayuda práctica permite que la madre pueda recuperarse físicamente y adaptarse emocionalmente a su nueva realidad. “Se ha visto que las madres con un buen sostén en el puerperio tienen menores tasas de depresión posparto y mejor establecimiento de la lactancia”, asegura.
“Al visibilizar el apoyo posparto como una necesidad y no como un lujo, se pone en evidencia que la maternidad temprana no es solo un ‘instinto natural’ sino un proceso que requiere cuidado y sostén“, reflexiona Méndez Ribas.
Esta nueva conciencia está generando cambios importantes en cómo entendemos el puerperio. Ya no se trata solo de sobrevivir a esas primeras semanas, sino de crear condiciones para que sean una experiencia positiva y enriquecedora. Lo que antes se consideraba un asunto privado entre madre y bebé, ahora se reconoce como una responsabilidad comunitaria.