
La rosácea es una enfermedad inflamatoria de la glándula sebácea con una fuerte influencia hormonal y afectación sistémica. No solo puede presentarse en pieles con antecedentes de acné o en cuadros mixtos de acné y rosácea, sino que también suele asociarse con hirsutismo (vello excesivo en zonas atípicas), seborrea, piel y cabello graso. Además, puede estar vinculada con blefaritis y rosácea ocular, así como con trastornos inflamatorios intestinales.
Por eso, hablamos con la Dra. Florencia Paniego, dermatóloga, quien detalló que es fundamental entender que la clave del tratamiento no es tratarla como piel sensible, sino fortalecer y mejorar la barrera cutánea para que la piel pueda cumplir sus funciones vitales: responder ante los cambios térmicos, emocionales y desinflamarla.
“Existen más de 3.000 enfermedades cutáneas, muchas de ellas con raíces en desequilibrios internos. Por eso, el tratamiento de la rosácea no debe abordarse de manera fragmentada, sino como parte de un todo, aseguró la experta.
Además, la especialista manifestó que “el bienestar de la piel está estrechamente ligado a un estilo de vida saludable”. Una alimentación consciente, rica en nutrientes antiinflamatorios y antioxidantes, es clave para reducir la inflamación y mejorar la salud cutánea. La actividad física regular también juega un papel esencial, al igual que el equilibrio emocional. El estrés y la carga emocional pueden agravar los síntomas, por lo que es importante rodearnos de personas que nos aporten bienestar y aprender a soltar aquello que no nos pertenece.
“Somos seres integrales, donde cuerpo, mente y alma están interconectados. Comprender la rosácea desde esta perspectiva nos permite abordar su tratamiento de manera efectiva y sostenible en el tiempo”, agregó.
Además, es importante evitar factores desencadenantes como el alcohol, las comidas picantes y la exposición excesiva al sol sin protección. Durante el verano, las altas temperaturas y la radiación solar pueden agravar la rosácea, provocando enrojecimiento y sensibilidad en la piel. Por ello, la experta recomienda el uso diario de protector solar con amplio espectro, ropa adecuada y evitar la exposición prolongada al sol, especialmente en las horas de mayor intensidad. También es útil mantener la piel hidratada y refrescarla con productos adecuados para pieles sensibles.
El uso de productos dermocosméticos adecuados, formulados para pieles sensibles, puede contribuir a minimizar las molestias y mejorar la apariencia de la piel pero todos deben estar recomendados por un experto.