More

    GĀO, el restaurante de Karina Gao que es un viaje sensorial entre China y Argentina 

    Fuimos a conocer GĀO, el nuevo restaurante de Karina Gao en Belgrano, y todavía seguimos suspirando por los sabores, los colores y la calidez de su anfitriona. Soñado durante más de 15 años, GĀO es mucho más que un restaurante: es una historia contada a través de los sentidos, un puente entre la cultura china y el corazón argentino de Kari. 

    Desde que llegás, te sentís en un lugar especial. El local está ubicado en la esquina de Sucre y Cazadores, pleno nuevo polo gastronómico del bajo belgranense. Y aunque está a pasos de algunos de los chefs más consagrados del país, la magia de GĀO es completamente propia. Kari lo soñó, lo pensó, lo construyó desde cero y lo llenó de detalles que cuentan su historia. 

    “Gao” no solo es uno de los apellidos más populares de China, también significa “alto” y es un buen augurio. El nombre fue pensado junto al equipo de Reina del Plata, que también trabajó la estética del lugar. El resultado: un espacio que respira identidad, con tonos rojos intensos, símbolos que remiten a su infancia y una atmósfera donde lo chino y lo argentino se encuentran en armonía. 

    Una anécdota que Kari siempre comparte es que su logo representa un recuerdo de infancia: los días en que su papá la llevaba al mercado de madrugada, cuando tenía apenas 4 o 5 años. Ese momento quedó grabado en su memoria como uno de los más felices, y hoy lo transformó en imagen y emoción. El borde rojo del logo es el rojo de la bandera china, y el interior celeste, como su corazón argentino. 

    La carta, creada con curaduría minuciosa, propone un recorrido por los sabores más representativos de las ocho ramas de la gastronomía china, adaptados al paladar argentino. Platos para compartir, porque así se come en China: en ronda, pasando bandejas, probando un poco de todo. 

    Probamos muchas entradas (sí, muchas): albóndigas perladas, raviolitos chinos a la plancha, arrolladitos primavera al vapor que uno mismo arma, bao de bondiola estofada, y una ensalada de pepino, pollo y maní que refresca y sorprende. Cada bocado tiene su propio universo, y todos invitan a seguir probando. 

    Entre los principales, elegimos el pollo a los tres aromas, el pescado agridulce, el baby ribs caramelizados y varias opciones veganas, como la cazuela de berenjenas, de textura cremosa y suave, y el coliflor agridulce, que Romi, una de nuestras compañeras, definió como “un beso de Ricky Martin”. Así de feliz estaba. 

    También hay fideos: con salsa de maní o estofados, que llegan con sus ingredientes por separado y se mezclan en el plato como un pequeño ritual. Las texturas, los aromas y los colores se integran para crear algo que parece simple, pero esconde grandes sabores, lo que fue una sorpresa memorable. Belu, otra de las comensales felices, decidió que, definitivamente, ese era su plato favorito.  

    Kari contó que a estos fideos siempre se los hacía su mamá, de pequeña, cuando no tenía muchas ganas de cocinar. Para su familia era de lo más fácil de resolver. Cuando conocimos ese dato familiar que develó Kari, lo valoramos aún más. 

    En la carta hay, además, 12 opciones sin gluten (TACC), claramente identificadas y deliciosas, lo que hace de GĀO un lugar súper inclusivo. Tanto que otra de las chicas fue con miedo de no saber qué comer porque no le gusta el arroz. Kari enseguida la tranquilizó: el arroz viene como acompañamiento, incluido con los platos de proteínas, pero podés comerlo o no. Y, la mayoría de los platos principales, no lleva arroz. 

    Los precios de las entradas van desde 6500 pesos; los platos principales para compartir rondan los 20 mil; los postres, un promedio de 11 mil.

    La carta dulce tiene cuatro opciones, pero no parece necesitar más. El tiramisú de matcha, la crème brûlée de sésamo, el helado chino y la estrella: la bolsita de la fortuna, rellena con mousse de chocolate, que es tan linda como rica. Todos salimos con uno diferente como preferido. 

    Para acompañar, tomamos té de melón (infusión fría típica del invierno chino), limonada y pomelada, servidas en jarra o vaso individual. También hay opciones con alcohol, pero esta vez decidimos no romper el mood laboral. Con un café final, volvimos encantadas de sabores a la redacción.

    Kari casi no cocina personalmente, porque su rol estuvo en el diseño de la carta y en la definición de recetas que se siguen a su manera, sistematizadas y sin cambios. Aunque ella no esté en la cocina, su presencia está en todo. Nos atendió con una calidez que hizo que todo fuera aún más especial. Fue explicando cada plato, nos sugirió las combinaciones de platos, levantó el pedido. Y, mientras está en el salón, observa, anota, saca fotos, sugiere cambios para que todo esté como ella lo desea. Quiere que cada plato esté igual o mejor que la vez anterior. La idea es que las personas vuelvan con intención de repetir ese plato que los hizo viajar por los sentidos. Esa es su filosofía. 

    El local tiene capacidad para unas 90 personas y trabaja con un equipo de 30, bien a lo “chino”, como dice ella: todos los días, al mediodía y a la noche. Ella va siempre, aunque sea un rato, y sueña con abrir nuevos locales en otros barrios porteños: Recoleta, Devoto, Caballito están entre sus planes. Este jueves al mediodía el restaurante estaba completamente lleno abajo y había, también, mesas ocupadas en el primer piso y la terraza, donde hay quienes eligieron comer al sol.  

    El cierre fue perfecto: una galleta de la fortuna con mensajes positivos escritos por Kari. Nos tocó uno que decía: “Tu próximo paso será trascendental”. Salimos con el corazón lleno y muchas ganas de volver. 

    Latest articles

    spot_imgspot_img

    Related articles

    spot_imgspot_img